domingo, 7 de septiembre de 2008

Si te visitan de la Ciudad

Si te visitan de la ciudad.

Ayer el cielo bendijo a los pastos y hoy por la mañana ya aparecieron las flores silvestres, pequeñas y muy amarillas, blancas, celestes y unas pocas violetas, los frutos mas coloridos, incluso alguna gota les rozaba la cáscara, así la tierra le agradece al cielo.

Muy temprano con el primer beso del sol amanece el paisano con el agua ya pronta en el termo y el mate echando humo, abre las porteras, mira a su izquierda y a su derecha, solo escucha el silencio y ve las ovejas sucias por el barro.
Como nada conoce de la ley de ocho horas, monta a su caballo para trabajar tanto como el día se lo permita, acompañado de su mujer, dos jóvenes y un peón además de un perro sin domesticar más libre que muchos de los hombres, que conozco. Se van tierra adentro.
A media distancia oyen a los horneros felices, hoy sí podrán terminar el nido, pronto vendrán los pichones y han de estar preparados.

Lejos en la ruta divisan un auto, el sonido espanta a las tijeretas que los vigilaban en los cables de luz, hilos que indican que la mano del hombre estuvo por estos pagos.
Frena aquel auto con chofer, baja alguien parecido o casi igual al que vieron hace cuatro o cinco años, con camisa sin corbata y de botas limpias, saluda y empieza a mentir con naturalidad, promete, deja a un lado el protocolo y acompaña a aquellos tierra adentro. Los lugareños desconfiados escuchan, sin prestar mucha atención a aquellos dichos sobre nuevas tecnologías, prestamos, deudas, mercados e inversiones.

Mientras tanto los hombres y mujeres de manos ásperas y espaldas anchas, muestran su trabajo, sus familias, sus logros sin comprender que son ellos los que están llevando a cabo las promesas. Son quienes hacen latir este pequeño rincón de mundo ubicado en océano atlántico esquina río de la plata.

Aquel de traje a rayas, lo volverán a ver quizás en la tele o lo leerán en el diario, convencido de poder solucionar esa realidad que no conoce, enredando a aquellos mas débiles y arrastrándolos hacia donde le convenga, quizás sea en plazas o clubes donde den largos y aburridos actos.

Mientras tanto aquel paisano seguirá levantándose cada mañana para prender la llama del país y compartiendo su saber con quienes lo rodean, manteniendo nada más y nada menos que la familia, esa que en los últimos tiempos se ha ido volando como el perfume de los viñedos en verano.
Andrea